Antropología de cuerpos

Antropología de cuerpos

martes, 6 de septiembre de 2011

Para los que piensan en suicidarse (freaks, teens, etc.)


¡Hola mundo cruel! 
Por Kate Bornstein*

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Delirantes y sabios consejos para adolescentes, freaks y otras criaturas raras que estén pensando en suicidarse.

Este podría ser el último día de tu vida. Es así. Estés o no planeando suicidarte, podrías morir en cualquier momento. ¿Todavía acá? Excelente. Eso se llama “seguir con vida”.

Ahora, teniendo en cuenta que podrían ser tus últimos momentos, me pregunto por qué estarás gastando un tiempo tan precioso leyendo esto. Y, además, quién soy yo para tratar de meterme en tu cabeza y hablarte sobre las ventajas de seguir viviendo. Tenés derecho a saberlo, así que hago mi coming out para vos: me llamo Kate Bornstein y soy transexual. ¿Todavía allí? Excelente. Eso se llama estar abierto a las posibilidades locas que da la vida.

No soy exactamente transexual. Transexual es un hombre que se convierte en mujer, o una mujer que se convierte en hombre, y yo no soy ni un hombre ni una mujer. He roto demasiadas reglas de uno y otro género como para pertenecer a alguno. Soy transgénero. Aunque yo prefiero llamarme pasajerx en tránsito. He transitado y sigo transitando por muchos tipos de identidades, eligiendo lo que me sirve y dejando atrás lo que no. He cambiado para permanecer en un lugar donde de otro modo habría muerto. Algunas veces cambio adrede, pero otras, sin darme cuenta. Esto no significa que tenga múltiples personalidades sino que tengo diferentes maneras de expresarme en el mundo.

Vos, por ejemplo, ¿sos la misma persona que eras hace siete años? Aquel día pudo haber sido el último de tu vida, pero no lo fue. Esto sólo permite afirmar que has cambiado. De hecho sos una persona completamente diferente de la que empezó a leer esta página. En un nivel submolecular, nada en tu cuerpo sigue en el mismo nivel que hasta hace un rato. Entonces, ¿sos la misma persona? No estoy diciendo que no lo seas. Simplemente pregunto: ¿alguna vez pensaste qué es lo que hace que seas la misma persona que eras hace diez minutos, cuando hay tantas cosas que te hacen diferente?

¿Todavía ahí? Bueno, perdón, estaba bromeando, tratando de aportar un poco de teoría posmo combinada con algo de budismo zen.

Ahora sigo: fui un niño que no quería ser un niño. Y en el pobre abanico de opciones de los años ‘50, lo otro que quedaba era ser niña, cambio que por otra parte estaba completamente prohibido. Nadie hablaba de la posibilidad de ser ni lo uno ni lo otro. Por lo tanto me esforcé mucho en ser un niño. Miraba a los otros, trataba de copiarlos, hice todo lo que los libros escolares, revistas, películas, decían que era un varón. Necesitaba que otras personas revalidaran mi esfuerzo para que fuera real. Necesitaba que me vieran como uno de ellos. No creo haberlo conseguido nunca. El fin estaba siempre un poco más alto. ¿Te ha pasado alguna vez intentar ser otra persona para que alguien te quiera más o piense mejor de vos? ¿Alguna vez has cambiado tu modo de ser para que otros pensaran que eras más real? ¿Cómo sabías entonces que estabas ofreciendo una imagen y una actitud que encajara en los parámetros sociales donde pretendías encajar?

Todos, consciente o inconscientemente, cambiamos para relacionarnos, negociar en una relación. Son cambios que, mientras no impliquen la muerte o la extinción de la especie, necesitamos. A veces usamos ropas para cambiar lo que somos, a veces drogas. No lo hacemos sólo por locos o aburridos, a veces lo hacemos para sobrevivir. No aprendemos a cambiar nuestras identidades por capricho. Se trata de una destreza que se adquiere sólo por la práctica, como cualquier otra actividad. ¿Vos practicaste alguna vez? Cuanto menos conciencia tengamos de nuestras identidades —quiénes somos y cómo estamos en el mundo—, más riesgos corremos de despertarnos un día sin saber dónde estamos. Esas habilidades que trabajan para nosotros algún día dejarán de trabajar. Llega un momento que nuestras identidades dejan de trabajar para nosotros. ¿Por qué? Porque el mundo se mueve muy rápido. Los estándares de las identidades culturales cambian de una generación a otra, según el grado de multiculturalismo, según quién esté sentado en la Casa Blanca, en el Vaticano, en el Congreso. Las identidades en la cultura funcionan como un software de computadora. Tenés que prestar atención a la versión que estás usando y renovarla regularmente. Las personas reaccionarias tratan de mantener al mundo sin cambios. Pero las más realistas trabajan para cambiarse así mismas. Las personas que no vislumbran ningún modo de cambiar, ni de cambiar algo del mundo, dedican mucho tiempo a desear su propia muerte. Cuando conscientemente desplegamos una identidad con la que podemos vivir, la vida se parece más a un juego, a un deporte. No estoy diciendo que sea una cosa fácil o divertida sino que necesita entrenamiento, que es algo excitante, que requiere concentración y sacrificio.

A medida que iba creciendo, me sentía bastante bien siendo un niño. Pero “niño” no era una identidad con la cual pudiera vivir. No quería ser tratado, ni actuar como tal. Cada vez que caminaba como un niño me sentía un impostor. Pero después que emprendí mi cambio de género, me encontré haciendo un tremendo y duro trabajo por convertirme en una niña. Nada en el paradigma de mi vida me permitía ser una cosa, ni la otra, y cuanto más trataba de convertirme en uno u otra, menos ganas tenía de seguir en este mundo. Llegó un punto en que me pareció que nada podía funcionar. Y ahí fue que llegó esta pregunta: ¿me tengo que matar o tengo que buscar una mejor vida para mí?

Y no fue, en realidad, la pregunta lo que me mantuvo con vida, ni tampoco fue la respuesta. Lo que me mantuvo con vida fue la idea de que era yo quien estaba formulando esa pregunta.

El acoso puede hacernos la vida miserable. Y no me refiero sólo al acoso en la infancia, ya que a medida que vamos creciendo se vuelve más sofisticado. Las instituciones del poder político desestiman las preguntas que pongan en jaque a la cultura del bullying mientras propician otras que la afianzan: “¿Sos terrorista? ¿Sos subversivo?”. Un buen ejemplo de las preguntas que deben responder los ciudadanos del siglo XXI es aquella con la que George Bush ubicó a su país como potencia reina del bullying: “¿Estás con nosotros o estás contra nosotros?”.

Si al intentar responder a estas preguntas te sentís incomodo/a, ya no te sientas solo/a. Son preguntas diseñadas para que no quieras ver la persona compleja que sos. La cultura del bullying se asienta en preguntas que no son verdaderas preguntas, aunque suenen razonables: “¿Sos borracho o abstemio? ¿Sos joven o viejo? ¿Sos negro o blanco? ¿Sos hombre o mujer? ¿Querés suicidarte o querés seguir viviendo?”. Una cosa o la otra. Simple. No hay que pensar. No hay que usar la imaginación porque la misma pregunta ha agotado las opciones.

En 1996, la poeta y activista Minnie Bruce Pratt advirtió que “nuestras imaginaciones son esclavas de las instituciones opresoras”.

Soy de la idea de que nombrarse más allá del rótulo que nos hayan impuesto es el primer paso para salir de la opresión. Soy de la idea de que quienes nos preguntamos por nuestra identidad, quienes nos preguntamos quién soy yo de verdad, todos los que no encajamos, tenemos que ser capaces de nombrarnos. Los outsiders deberían llamarse outsiders, se podría decir. Pero ocurre que somos tantos en este mundo que tenemos que buscar un nombre más definido, y tal acción implica cuestionar las preguntas acosadoras, las que nos definen dentro de un arcaico y opresor sistema. Y te cuento que no seremos la/os primero/as en hacerlo.

Ya lo han hecho, por ejemplo, las primeras feministas, esas mujeres que dijeron: “No querido, mi cuerpo y mi mente no te pertenecen, no quiero ser una mujer que responda a tu idea de mujer”. Transgredieron las reglas de género, se unieron y se nombraron frente a instituciones que les negaba el nombre de “mujer verdadera”. Otro ejemplo en el activismo de género: los primeros gays y lesbianas que ante una ley tácita que dice que a los hombres de verdad les gustan las mujeres y a las mujeres de verdad les gustan los hombres, respondieron: “Nosotros no”. Lesbianas y gays también son transgresores del género. Es tremendo tener que decir “soy un hombre que ama a otro hombre”, así que tal vez no soy un hombre. Debieron buscarse un nombre, una bandera, para poder decir “soy diferente y soy como ustedes”. ¿Más ejemplos? Sin dudas el movimiento bisexual, que realmente le ha roto la cabeza a más de uno cuando dijeron que el género no tiene nada que ver con el romance, ni con la preferencia sexual ni con el amor. Siguen los ejemplos con las personas cross dressers, los intersexuales, las travestis. En todos los casos se cumple aquella máxima de que nuestra imaginación puede quebrar las reglas de las instituciones opresoras.

Sin dudas implica un arduo trabajo hallar una buena razón para decidirse a vivir por fuera de las identidades que nos han asignado y que nos llevan lentamente al deseo de morir. Una posible razón, creo yo, es ésta: dedicarse a buscar tu propio nombre, usar la imaginación para definir quién realmente sos, por fuera de las opciones que te proponen. Muchos que lo han hecho, han llegado a convertirse en grandes artistas del escapismo. Este es mi caso. Soy una persona muy difícil de comprender. ¿Y vos? ¿Quién sos? ¿Cómo es tu nombre?

* Kate Bornstein es una de las más originales autoras y performers de Estados Unidos. Ha publicado numerosos libros sobre género que actualmente integran la bibliografía obligatoria en escuelas de su país, Canadá, Alemania y Austria. 

Canción De La Prostituta





1
Señores míos, con diecisiete años
llegué al mercado del amor
y mucho he aprendido.
Malo hubo mucho,
pero ése era el juego.
Aunque hubo Cosas que sí me molestaron
(al fin y al cabo también yo soy persona).
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?

2
Claro que con los años una va
más ligera al mercado del amor
y los abraza por rebaños.
Pero los sentimientos
se vuelven sorprendentemente fríos
si se escatiman tanto
(al fin y al cabo no hay provisión que no se acabe).
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?

3
Y aunque aprendas bien el trato
en la feria del amor,
transformar el placer en calderilla
nunca resulta fácil.
Pero, bien, se consigue.
Aunque también envejeces mientras tanto
(al fin y al cabo no siempre se tienen diecisiete.)
Gracias a Dios todo pasa deprisa,
la pena incluso; también el amor.
¿Dónde están las lágrimas de anoche?
¿Dónde la nieve del año pasado?


Bertolt Brecht

martes, 21 de junio de 2011

Tu Boca


Es fundamental contra los fundamentalismos

(Marlon Brando usando su boca con su amigo cercano Wally Cox) 

sábado, 18 de junio de 2011

Muxhitán de las Flores







MAHUS, BACHA BAZI, KATHOEY, HIJRA, MUXE, KOÇEKS, ETC.

Os propongo un recorrido por distintos lugares del planeta, conocremos a los niños danzantes de Afganistán (Bacha Bazi), los Mahu de Tahití...Hablamos de personas que nacen con un cuerpo masculino y adoptan un rol femenino, en la mayoría de las ocasiones se sienten mujeres y quieren que se las llame así, llegando a rechazar la homosexualidad y a los homosexuales en algunas ocasiones, en el caso de los Bacha Bazi seguramente de una forma impuesta.

Bacha Bazi, diños danzantes de Afganistán.

TAHILANDIA : KATHOEY

Se consideran a sí mismos mujeres en un cuerpo que se les dio por error, o sea, atrapadas en un cuerpo de hombre. Muchos adoptan esta posición femenina, la cual  en la gran mayoría de casos empieza desde muy temprana edad (7-8 años), por lo cual muchos optan por tomar hormonas desde adolescentes (11-12 años) para obtener características femeninas tales como cambio de voz, curvas y facciones delicadas.

MEXICO : MUXE

Las muxe se encuentran en las poblaciones Zapotecas de Oaxaca. Aceptadas socialmente, son varones que adoptan el rol femenino, en una zona donde la homosexualidad está estigmatizada. Son hombres que se sienten mujeres, que visten como tales y adoptan nombres femeninos, y para nada aceptan que se las llamen homosexuales. Muxe procede de la palabra mujer.

Las Intrépidas de Juchitán:
http://www.youtube.com/watch?v=kNGYw_S4gsc



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
AFGANISTÁN : LOS BACHA BAZI

Una mención especial merecen los "Bacha Bazi", los niños danzantes de Afganistán. Normalmente son comprados a sus padres y ofrecidos a hombres maduros y ricos, se disfrazan de mujer para bailar y satisfacer sexualmente a sus dueños. Actuan en fiestas en las que las mujeres no pueden estar presentes y de alguna manera ellos las sustituyen.


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
The Gardian lo cuenta así: 
 
"La práctica de tomar los muchachos jóvenes para que actúen como bailarines en fiestas privadas que se conoce como bacha Bazi (literalmente, “chico para jugar”) es una tradición afgana con raíces muy profundas. Bajo el régimen talibán, se prohibió esta práctica, pero ahora se ha vuelto hacia atrás y se ha extendido, pues florece también en las ciudades, incluída la capital, Kabul, y es común en las bodas, sobre todo en el norte. Los bailarines bacha son a menudo niños violados cuyas familias las han repudiado. Sus “dueños” o “maestros” pueden ser hombres solteros o casados, que los mantienen en una forma de esclavitud sexual, como concubinas. Los bachas suelen ser liberados a la edad de 19 años, cuando pueden casarse y reclamar su condición de “macho”, aunque el estigma de haber vivido como una bacha es difícil de superar. Las autoridades afganas y los grupos de derechos humanos son conscientes de la difícil situación de los niños bacha, pero parecen incapaces de detenerlo."
 
 Videos:
       I )http://www.youtube.com/watch?v=zNUxq8rI6lM&NR=1

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
II) Emitido por TVE el 20 noviembre 2.010 http://vodpod.com/watch/4185357-bacha-bazi-or-boy-play-   

En Afganistán la transexualidad es tolerada, es mas fácil poder hablar o ver a un  transexual que a una mujer siempre dentro del burka y huyendo de cualquier presencia masculina.
 
KOÇEKS
 
A finales del siglo XIX en el imperio otomano tambien se reclutaban jovenesde las filas de los grupos étnicos colonizados, fueron artistas y profesionales del sexo en el imperio otomano. Eran los köçeks:

 
Kocek Bailando - finales s XIX.

SAMOA : FA'AFAFINE

Fa'afafine (también pronunciado faafafine, fafafige o fafafine) son biológicamente hombres quienes durante su niñez fueron elegidos para asumir roles femeninos por sus familias. Esta práctica no es rechazada por la sociedad samoana.

http://www.youtube.com/watch?v=GV_g6X2PEvs


OMAN : KHANITH

Los Khanith son varones que se caracterizan de forma femenina. En algunos lugares de Oriente esta palabra es un insulto, equivalente a "maricón".

En Omán son socialmente aceptadas. Su papel social incluye la libertad de asociación con otras mujeres , incluso a cantar con ellos en una boda (en vez de tocar un instrumento musical como lo haría un hombre), pero puede viajar acompañados como lo haría un hombre, viven solas, pueden ser contratadas como empleadas domésticas, y ser contratados por los hombres como  prostitutas.

INDIA: LOS HIJRA.
En la actualidad podemos encontrar los hijras.La mayoría se refieren a sí mismas en femenino y suelen vestir como mujeres. A falta de un censo oficial las estimaciones oscilan entre 50.000 y los 5 millones de hijras tan sólo en la India. La historia de esta condición cuenta con una larga tradición, tanto en la cultura védica, como en las cortes de los gobernantes islámicos del sucontinente.

TAHITI: LOS MAHU

 Los Mahu son varones que visten como mujeres y asumen su rol. Es una figura frecuente en la cultura tahitiana a pesar de la represión sufrida tras la colonización occidental.


Mario Vargas Llosa nos cuenta:"La estirpación del mahu de la sociedad indígena resultó un hueso duro de roer, y , al cabo de los años, una ilusión. Disimulado en los asentamientos urbanos, sobrevivió en las aldeas e incluso en las ciudades, recobrando su presencia plena cuando se atenuaban la hostilidad y la persecución oficial".
 Gauguin los conoció, los pintó y posiblemente tuvo sexo con ellos/as.

PAPE MOE (AGUAS MISTERIOSAS, Paul Gauguin)
Vargas Llosa se refería a los mahu como "hombres-mujeres" del Pacífico. En "El Paraíso en la otra esquina" narra una posible relación sexual con un leñador mahu. Él mismo lo cuenta así:

"En su libro de fantaseadas memorias, Noa Noa, Gauguin relata una experiencia casi homosexual que habría inspirado su cuadro Pape Moe (Aguas misteriosas), en el que un joven andrógino se inclina a beber en una cascada del bosque.
En verdad, las pinturas tahitianas de Gauguin serían muy distintas y parecerían mucho más arbitrarias sin la existencia tan vasta de los mahu en la sociedad indígena de la que él estuvo tan cerca. Ellos son la materia prima, la secreta raíz, de sus mujeres de sólidos muslos y anchas espaldas tan bien posesionadas de la tierra con sus fuertes plantas y de sus jóvenes afeminados, de lánguidas poses que, a la vez que se estiran para coger los frutos de los árboles, parecen exhibirse, y que adornan sus largas cabelleras con diademas de flores. Es cierto que él inventó a esos inconfundibles personajes; pero, a partir de una realidad humana sobre la que, curiosamente, él que era tan locuaz sobre tantas otras cosas, guardó siempre una reserva empecinada." 

Fuente:  http://leopoldest.blogspot.com/2010_11_01_archive.html 

Veracruz de los pasteles

 Una...


Dos...


Tres...


4 veces heróica














Noviembre 2010

Abyecto Inquietante

La guerra declarada contra el niño afeminado
Giancarlo Cornejo


En la escuela había una psicóloga que me torturaba. Nos hacía exámenes que no entendía (ni entiendo) el sentido: dibujábamos personas, a nuestra familia, hacíamos listas de nuestros defectos y virtudes. Y ella siempre se quejaba con mis padres. Recuerdo que una vez los mandó a llamar y que vi claramente en su cuaderno de apuntes mi nombre y al costado una X en una opción que decía “problemas de identidad sexual”. No estuve presente cuando ella conversó con mis padres, pero lo que les dijo, que yo más o menos intuía, les molestó mucho.

Esta parte de mi narrativa la escribí inspirado por el bello ensayo de Eve Sedgwick “How to bring your kids up gay” (1993 [2007]). En ese ensayo, Sedgwick plantea que la figura del niño afeminado concentra con particular virulencia la patologización de la homosexualidad. De hecho la psicóloga que mencioné me adjudicó un trastorno de identidad de género. Esta clase de teorías del género fueron planteadas inicialmente por psicólogos como Richard C. Friedman, para quien “el homosexual saludable es uno que (a) ya es un adulto y (b) actúa masculinamente” (Sedgwick 1993: 156, mi traducción). Sedgwick además recuerda que:

Afeminofobia es la necesidad conceptual del movimiento gay de interrumpir una larga tradición de ver el género y la sexualidad como categorías continuas y plegables – una tradición de asumir que cualquier persona, hombre o mujer, que desea a un hombre debe por definición ser femenina, y que cualquier persona, hombre o mujer, que desee a una mujer debe por la misma razón ser masculina. Que una mujer, como una mujer, pueda desear a otra; que un hombre, como un hombre, pueda desear a otro: la necesidad indispensable de hacer estas poderosas y subversivas afirmaciones ha parecido, talvez, requerir un desénfasis relativo de los vínculos entre los gays adultos y los niños no conformes con él género (normativo)…

El niño afeminado es el secreto a voces del activismo y pensamiento gay, y esto además de por los motivos señalados por Sedgwick talvez se deba a un terror a la indeterminación de género.


Límites o fronteras han sido ampliamente problematizados en el caso de lesbianas butch y transgéneros masculinos como los trabajos de Judith Halberstam (1998, 2005) dan cuenta. Sin embargo, en el caso de las feminidades masculinas éstas no parecen ser disputadas por gays (Bryant 2008, Valentine 2007). En lo que sigue solo podré dar pistas de cómo la patologización de la figura del niño afeminado crea un tropo discursivo que hace imposible disociar la transgeneridad de la homosexualidad (masculina).

Como Sedgwick afirma, y mi padre nunca pudo siquiera considerarlo: “Para un niño protogay identificarse con lo “masculino” puede implicar su propia borradura”. (1993: 161, mi traducción). Lo que la cultura me demandaba era que me desvaneciera.

Halberstam cita una potente pregunta de la obra de Gertrude Stein “Autobiografía de todo el mundo” (de 1937): “¿De qué te sirve ser un niño si vas a crecer para ser un hombre?” (2008:23) ¿De que me servía ser un niño si mi infancia era pensada como una transición a un espacio y un nombre que me parecía inhabitable, hombre? ¿Por qué ese niño no podía tener otros futuros?

Si ese niño (que fui) vivió meses y años de dolor, angustia, pánico (homosexual) fue porque la díada secreto/revelación es constitutiva de lo que llamamos hoy homosexualidad (Sedgwick 1998). Este secreto en cuestión amenazaba con mi propia borradura, pero no solo con la materialidad que era y había sido, sino con una que aniquilaba cualquier posibilidad de futuro, y una que hacía que el amor (de cualquier forma) fuese imposible para mí.

Ésta puede ser vista como la escena en que salgo del closet, pero me rehúso a llamarla y pensarla así. Ningún closet fue destruido, ni las bestias que lo habitaban fueron domadas y aniquiladas. El pedido o súplica que le hice a mi madre no fue que me ayude a salir del closet, sino que hiciera más habitable el closet para mí (y también para ella). Yo no salí del armario, ella entró más bien al mío.


Se hace más que necesaria la siguiente pregunta: ¿Por qué una guerra es declarada contra un niño? Hay una potente cita a Sedgwick que puede darnos algunas pistas:

“La capacidad del cuerpo de un niño de representar, entre otras cosas, los miedos, furias, apetitos, y pérdidas de las personas alrededor… es terrorífica quizá en primer lugar para ellas, pero con un terror que el niño ya aprendió con gran facilidad y de todos modos con mucha ayuda”. (1993 p. 199, mi traducción).

Todo este dolor, toda la angustia que sentí en esa época de mi vida puede también ser pensada como melancolía. Y aquí me gustaría hacer un aporte a la teoría de la melancolía del género de Butler (2001). Una diferencia entre la melancolía heterosexual y la homosexual, es que como yo en mi infancia y la mayoría de sujetos no heterosexuales que conozco hemos llorado (o lloramos) por no ser heterosexuales. Uno podría argumentar que no es que lloremos o hayamos llorado por no ser heterosexuales (y por no poder amar y desear sexualmente a mujeres en el caso de “ser” hombres), sino que lloramos por no tener los privilegios que la heterosexualidad implica ¿Pero estas dos posiciones son (tan) diferentes una de otra?


Estos “tratamientos psicológicos” buscaban supuestamente que mi homosexualidad sea impronunciable, pero hacían más bien que prolifere, que todo tenga que ver con ella. Como Butler (2004) argumenta la homosexualidad en ciertos contextos puede constituirse como una palabra contagiosa.

De hecho en ninguna parte de este ensayo sería más pertinente la (citadísima) siguiente referencia a Michel Foucault:

“La sodomía… era un tipo de actos prohibidos; el autor no era más que su sujeto jurídico. El homosexual del siglo XIX ha llegado a ser un personaje: un pasado, una historia y una infancia, un carácter, una forma de vida; asimismo una morfología, con una anatomía indiscreta y quizás misteriosa fisiología. Nada de lo que él es in toto escapa a su sexualidad. Está presente en todo su ser: subyacente en todas sus conductas puesto que constituye su principio insidioso e indefinidamente activo; inscrita sin pudor en su rostro y su cuerpo porque consiste en un secreto que siempre se traiciona… La homosexualidad apareció como una de las figuras de la sexualidad cuando fue rebajada de la práctica de la sodomía a una suerte de androginia interior, de hermafroditismo del alma. El sodomita era un relapso, el homosexual es ahora una especie”. (1977[2007]: 56-57).

Las innumerables psicólogas a las que fui llevado por mis padres esperaban de mí una confesión, la confesión de mi verdad interior, una verdad que era eminentemente sexual. Pero esta “verdad interna” no era tan mía. En términos de Foucault: “el que escucha no será solo el dueño del perdón, el juez que condena o absuelve; será el dueño de la verdad”. (1977[2007]: 84). Esta era la “verdad” de una cultura heteronormativa, no la mía. Y como Halperin (2000) argumenta la homofobia es una pretensión de conocimiento. Esto haría visible que la homofobia tiene un fundamento esencialmente placentero también, de un placer nuevo en la modernidad sobre el que Foucault comenta:

“A menudo se dice que no hemos sido capaces de imaginar placeres nuevos. Al menos inventamos un placer diferente: placer en la verdad del placer, placer en saberla, en exponerla, en descubrirla, en fascinarla al verla, al decirla, al cautivar y capturar a los otros con ella, al confiarla secretamente, al desenmascararla con astucia; placer específico en el discurso verdadero sobre el placer”. (1977[2007]: 89).



Yo no fui el único patologizado por estos profesores, psicólogas y psiquiatras lo fueron también mis padres, y especialmente mi madre. Figuras como las de “padre ausente” o “madre sobreprotectora” no tardaron en aparecer como explicaciones de (porque tenía que ser explicado) mi afeminamiento. Esther Newton cita la obra de Robert Stoller para quien la figura del niño afeminado es producto de la gran cercanía y presencia de la madre y poca del padre. Así, “la verdadera villana es la madre que se “gratifica” con su hijo demasiado” (Newton 2000: 191, mi traducción). De hecho quien me acompañaba a las sesiones con las diferentes psicólogas era mi madre. A ella se dirigían, y sobre ella recaían las atribuciones de culpa y responsabilidad.

¿Y de qué se le culpaba realmente? Talvez del considerado como el peor de los crímenes: matar a su propio hijo. En palabras de Edelman “[Se] representa la homosexualidad masculina a través de la figura de una madre que mata a su hijo, y quien por lo tanto participa en la destrucción de continuidad familiar (patriarcal)”. (1994: 167, mi traducción).

¿Cómo la homosexualidad de un niño se transfigura en su asesinato? Creo que Stockton acierta al postular que “la frase “niño gay” es una lápida para marcar el lugar y el momento en que la vida heterosexual de uno ha muerto” (2009: 7, mi traducción). En otras palabras, la cuna de un niño marica es la lápida de un niño heterosexual.


La categoría “mujer”, es reiterada una y otra vez en estas intervenciones disciplinarias sobre mi cuerpo de una manera heteronormativa y misógina, que ya Guy Hocquenghem había señalado: “‘La mujer’, que por otro lado no tiene como tal ningún lugar en la sociedad, designada como el único objeto sexual social, es también la falta atribuida a la relación homosexual”. (2009: 54)

Mi madre, era así patologizada por su generoso afecto, que por estos “profesionales de la salud” será llamado sobreprotección y excesivo engreimiento, y que (me) generaría un cuadro de neurosis que estaría asociado a un odio hacia las mujeres que sería en el fondo una proyección de un odio iracundo hacia mi madre. Mi madre sería esencialmente patologizada por un exceso también, por un exceso de masculinidad, que se expresaba en su relativa independencia, en su voz, en sus amaneramientos (o en la ausencia de ellos), y en ser la principal proveedora económica en mi hogar. No solo era mi género el disciplinado, lo era también el suyo.

En su miope voluntad de saber, lo que ninguna de estas psicólogas pudo ni por un segundo considerar, y que Sedgwick sí sabía y que yo quiero creer, es que “estas misteriosas habilidades para [que un niño afeminado pueda] sobrevivir, de filiación, y de resistencia pueden derivar de una firme identificación con los abundancia de recursos de una madre” (1993: 160, mi traducción).



Bibliografía

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